ESTE ES UN ARTICULO QUE HE LEIDO Y ME PARECE INTERESANTE PARA MIS AMIGOS . Beatriz Gimeno es periodista y miembro de Confluencias
Cualquier política injusta llega siempre acompañada de una cantidad ingente de palabrería destinada a ocultar la realidad. Por ejemplo, yo fui perfectamente consciente de ese momento clave en el que por la megafonía del metro de Madrid pasé de ser “pasajera” a ser “cliente”, de eso hace un par de años y era el metro de Esperanza Aguirre, pero este fin de semana en el AVE de marras me llamaron también “cliente” cuando lo cierto es que antes, en los trenes de siempre, yo era una pasajera confiada en que viajaba en un servicio público. También en la Sanidad Pública, gobierne quien gobierne, de “pacientes” hemos pasado a ser “clientes” e incluso nos mandan una factura falsa, quizá para que nos vayamos acostumbrando. Pero ahora que acabamos de dar la vuelta al año y ha sido el momento de hacer recuento del pasado y previsión del que viene, ha sido cuando la palabrería obscena de los políticos y de los medios de comunicación ha resultado más ofensiva.
Por supuesto que a pesar de las noticias que nos hablan de que los pobres han aumentando en un 20% y rozan ya los 80 millones de personas en esta Europa rica, para los políticos no existen, ni los pobres ni los ricos. Los pobres, si acaso, están en África, pero aquí hay “desfavorecidos”. La palabra desfavorecido me da risa, no puedo evitarlo. Desfavorecidos ¿por quien? ¿Por la fortuna, la suerte, el destino, la lotería? Personas empobrecidas por las políticas que imponen los ricos, sería más ajustado, pero no nos hacemos ilusiones. Claro que, a cambio, los ricos tampoco existen. Los ricos son “las rentas altas”, o “los segmentos de rentas altas”, así, despersonalizadas, como si fueran por su cuenta, no vaya a ser que les pongamos cara y les cojamos tirria.
Con la que está cayendo es muy común que los políticos parezcan las víctimas principales de la situación; tiene narices. Se nos explica que las políticas antisociales y de derechas que hacen las hacen porque “se ven obligados” y “por responsabilidad”, y todos ellos parecen muy doloridos por tener que actuar así. Es raro tanto dolor cuando algunos políticos tienen esas políticas como objetivo principal y las llevan en su ADN. En otras ocasiones no se entiende por qué, si sufren tanto, no intentan hacer, al menos, alguna mínima concesión a la posibilidad de tomar otro tipo de medidas que les duelan menos (por ejemplo subir un poco los impuestos a los ricos, por decir algo). Y si tan insoportable les resulta, no sé por qué no dimiten. Sin ir más lejos en las últimas semanas del año un editorial de El País afirmaba que a Zapatero le queda un “año de calvario”. Iñaki Gabilondo decía que a pesar de sus errores no hay duda de que Zapatero “se está dejando la vida en el empeño”. Él mismo sale ojeroso diciendo que van a hacer lo que tienen que hacer “cueste lo que cueste”, como dando a entender que está presto al sacrificio. Pues por mí que no lo hagan.
No dudo que Zapatero y los políticos en general trabajen mucho y se esfuercen y se preocupen. Pero vamos, aquí los únicos que se inmolan son las personas que se suicidan por no poder soportar el miedo al futuro, la amenaza permanente de exclusión, o directamente la falta de trabajo y de esperanza. Según la comisaria europea de Sanidad Androulla Vassiliou, desde la irrupción de la crisis los suicidios se han incrementado un 25% y se han convertido en la segunda causa de muerte en Europa, después de los accidentes de tráfico. ¿Alguien lo ha visto en los telediarios? Aquí la vida en el empeño se la deja ese padre rumano que se tiró de los pisos superiores del parlamento de su país debido a que los recortes que los diputados votaban unos pisos más abajo garantizaban a su hijo una vida de exclusión y humillación; inmolarse se ha inmolado ese joven turco que se quemó vivo porque la policía le confiscó su puesto de frutas, su único medio de vida. Muchos otros no llegan tan lejos pero ven sus vidas sacrificadas a la voracidad del mercado, todas esas personas viven auténticos calvarios. Aquí el sacrificio se lo imponen a los que ya no pueden ni tomarse ese café del que habló con tanta sorna el ministro Sebastián, esos que no cuentan ni con los miserables 400 euros que eran su único medio de vida.
Cuando Zapatero, cualquier otro político, se vaya de la Moncloa y acabe éste al parecer su terrible calvario, le estará esperando un buen trabajo con un buen sueldo y para el futuro una estupenda pensión. De manera sorprendente todos los expresidentes ganan más dinero después de serlo que mientras están en el cargo. Es curioso que cuanto más desastroso ha sido un político más dinero gana después explicándolo. Así Aznar o Bush se forran contando en las escuelas de negocios y universidades de élite cómo mintieron al mundo para ir a una guerra que ha costado miles de muertos. Tony Blair puede explicar perfectamente cómo acabó con la izquierda en Gran Bretaña y en parte de Europa, y Felipe González cómo se las vio de cerca con los crímenes de estado. Tal como va la cosa, Zapatero tiene asegurado un magnífico futuro como conferenciante. En realidad, basta ver quién les contrata luego para darnos cuenta de para quien están trabajando en realidad. En fin, las cosas serían muy distintas si cuando Zapatero dice que va a tomar las medidas que a él le parecen necesarias “cueste lo que cueste” dijera la verdad o todos entendiéramos la verdad: que va a tomar esas medidas: “os cueste lo que os cueste”.
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